el niño en la pizarra de la casa.


me lo decia alguien que debe hacer o decir, pero en la mitad del camino se detuvo y buscó esa pluma que tenia recien en la mano, delgada, como lo es la finalidad ultima de todas por ejemplo, todas las casas que se construyen para que duren 15 o 500 años, y mientras pierden estas, esa capa de polvo que las cubre, comienzan a cambiar de color invariablemente con los climas que se vengan presentando durante el instante en que un hombre decide delimitar, meticulosa y reducida, una escala para medir el transcurso del tiempo, que no es sino una presencia cambiante que persigue la ilusion de sostener a esa delgada pluma con la que intenta dejar algo escrito en el recuerdo de su hogar, y mecida por e viento inmovil se esconde tras los recovecos que hacen la union de las paredes, donde menos llega a iluminar la lampara del techo. Alli se pierde, como el pizarron de un pequeño niño inquieto que no quiere nunca dejar de jugar, entonces borra los garabatos que dibuja y cuanto mas crece, mas le importa lograr un boceto, una forma unica que le represente, simplemente la accion de ver dibujadas lineas que salen de sus propios movimientos es todo lo que puede alcanzar, y donde se unen sus brazos la hierba hiede porque la piel que choca contra su misma estructura se desgasta mas rapido, emerge un calor liquido que se le parece al fuego rapido, y como la transpiracion y el agite inundan el cuarto donde el enano sudado persigue las mismas formas que dibuja sobre el suelo en el que camina, aburre al viejo que le observa sentado desde una silla, mas cerca de la cama, que de la pizarra.
El niño garabatea formas ridiculas que no logran mantener la atencion del otro, del que contempla.
Una y otra vez mientras borra y escribe, claramente se lo ve interesado en la pintura.
Tiene condiciones para trasladarse, y tambien dibuja lineas, todas ellas de altos contrastes.
La fluidez del baile del pequeño aventurero le obligan a masajearse sus propias piernas para detener su postura inerte. Flexionada la dermis de las rodillas se estira y discretamente juega una apuesta, que susurra al oido de su propia forma. le apuesta que con su propio invento, intente determinar el momento exacto en que la piel se rompa y los miembros, finalizada la consolidacion, se desprendan, roidos por los propios germenes nacidos unicamente del aire y la putrefaccion que se alberga en la casa, pero principalmente sobre el aire, que como un gran cepillo erosiona la pizarra, entreteniendo y desgastando al niño durante algunas horas que para quien le espera, pareciera una eternidad.

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