Cambia otra vez el ritmo de las aguas en la fuente
Las expectativas vuelven a apoderarse de la tranquilidad
Mi dedo se esta curando, despacio, pero cuando siento, siempre encuentro malestar.
Meto mi mano bajo el agua y el espacio se hunde entre las falanges; aparto el frío con la mirada, esperando que este no me afecte. Siento la frescura, rápidamente me recuerda a esa ventana junto a un agujero que alguien olvidó tapar, esa ventana a través de la cual entra la repetición, todas las mañanas cuando me pongo bajo la lluvia artificial y recuerdo tener esa misma imagen en diferentes y tan parecidos momentos pasados que ya superados, continúan agobiándose entre si por ocupar un espacio que cambie la postura de mis extremidades.
Este instante es único, este instante lo reconozco. Tal vez sea único, pero no puedo ver la novedad. El agujero junto a la imagen de los edificios lluviosos se llena de extraños seres que reptan sobre el polvo que como pintura se mezcla con el color de mi pensamiento y la escala de grises cambia y me imposibilita.
Mis ojos como los de una rata se vuelven pequeños, negros y redondos como el cosmos, se apoderan y finalmente reacciona ese instante que muere ni bien se sabe vivido. Lucho contra ese estado poco preciso que aun así logra darme colores y mas colores que tiñen el filtro que va delante de las cosas visibles una y otra vez, una y otra vez.
El cuerpo absorbe líquido fresco que convierte la sensualidad en un goce por la asfixia. Otra vez mis manos me piden que las rescate del frío matinal. La imagen de un café con leche o un mate cocido que se evapora sobre la taza y mi constante presencia frente al mundo, frente a los otros que son como yo aunque los sueñe como ángeles con promesas de rescate.
Quien era, quien surgirá hoy en mi, por entre las cosas que me pasan.
Me duermo viajando, cristal transparente y rigido rebota contra mi cabeza, pero me preocupa sólo el tejido y no las ideas, cuando son estas ultimas las que componen el cuerpo que duele siempre en mi.
No, no me molesta el dolor de mis dedos. Lo anulo apretando cuerdas con sonidos que hablan todos juntos en ese lugar donde nada o nadie deja de respirar, se llevan todo el aire. Esos sonidos se despiertan en ese otro dolor, y lo hacen danzar por un momento. Se anula el juicio, y ya no me importa demasiado.
Tengo el suelo bajo los pies donde descansan los que se caen con intenciones de abandonar la vida. Mi contento no llega a vislumbrar nunca el final de la tragedia.

Y me alejo de la fuente, alguien permanece sentado junto a ella viendo el agua volver a la gran masa que vive sólo porque tiembla y no porque se organiza pensando. Ese alguien permanece sentado sobre la piedra mirando el brillo sobre lo profundo. Que batallas se librarán silenciosamente, apoderándose de su visión. No parece ser tan terrible, si su postura no se agita. Se hace evidente la ilusión de la calma. No creo en la paz porque no perdura.
Todavía veo el brillo de las gotas, sus movimientos desesperados no pueden luchar contra la gravedad de este mundo, pero otras vienen detrás de esta que ya vuelve a ser parte de todo. Tal vez siga existiendo, atrapada entre burbujas de agua, pero nadie puede asegurarlo.

No hay comentarios: